Un desarrollo inmobiliario se define, generalmente, por determinados patrones que están en directa relación con la demanda. En este proyecto el análisis de esta hipótesis es el punto de partida.
Intentar la mayor eficiencia programática estableciendo repeticiones tipológicas, es la condición fundamental a atender en este proyecto y desde allí encontrar respuestas arquitectónicas que como conjunto la trasciendan.
Esta condición nos sugiere que aquello que nos permite atravesar estos límites se encuentra en los intersticios que están entre lo público y lo privado, entre los social y lo íntimo.
Las áreas semicubiertas y los espacios comunes son el eje fundamental sobre el que proyectamos este edificio. La reinterpretación de estas áreas como espacios de transición entre la calle y el conjunto, invita a pensar que ingresamos a las unidades de vivienda desde la ciudad.
Una serie de celosías de tablillas microperforadas concretan ese borde difuso entre lo público y lo privado que, por sus características, resuelve problemáticas de seguridad, privacidad, identidad y homogeneidad del conjunto, posibilitando pensar resoluciones tipológicas poco usuales.
Su materialidad reflectiva no solo devuelve algo de su entorno, sino que se diluye y se fragmenta en una imagen híbrida, análoga a ese sector de la ciudad que es heterogéneo, de baja densidad y que posee indicadores urbanísticos muy definidos por una altura máxima de 13 metros y un FOS limitado.
La paleta material es cruda y expuesta, los solados de todos los espacios comunes son los mismos que las veredas de la ciudad, la estructura es expresiva y está siempre a la vista y las chapas galvanizadas que protegen al edificio evocan a los galpones del barrio, extendiendo a las lógicas materiales esa voluntad de diluir los límites entre el lo urbano y el edificio.