El barrio de Pichincha en la ciudad de Rosario se caracteriza por su baja densidad que es determinada por su historia, el destino incierto reflejado en las ordenanzas que lo rigen como también por el predominio de grandes divisiones y galpones.
Esta configuración da a lugar a que hoy subsistan grandes terrenos internos a los que se accede por largos y estrechos pasillos.
Este es el caso de un emprendimiento inmobiliario, que se desarrolla en un lote de 32 metros de profundidad y 11 metros de ancho al que se accede por un pasillo de 1,20 y 35 metros de profundidad. La distancia desde la calle hasta el fondo del lote es de 67 metros, un largo recorrido  que nos resulta tan extenso como tedioso.
Con esta simple reflexión planteamos el proyecto con dos claras intenciones.
Generar un conjunto de cuatro viviendas internas y autónomas en su funcionamiento en el que el patio es el eje del proyecto, que al integrarlo al pasillo de ingreso determine la calidad de su percepción y recorrido.
Para ello ordenamos el programa de las unidades ubicando los usos privados en un segundo nivel concebido como un cuerpo macizo con mínimas perforaciones. Un prisma rectangular perpendicular al pasillo que se extendiende hasta los límites medianeros a 2,50 metros del suelo y resuelve el proyecto. Su posición en el terreno define por debajo las áreas de uso cotidiano, la ubicación del patio interno y cubre los ingresos a las unidades protegiéndolos del clima marcando un ritmo que en su repetición da una clara imagen de conjunto.
El cuidado detalle del punto de encuentro entre estos universos, público/privado, pone en evidencia la intencionada búsqueda de elevar la calidad de este tipo de espacios que se caracterizan por su falta de calidad y atención.